Cuando realizas una preboda , sin duda lo primordial es encontrar un sitio donde los futuros novios se sientan tranquilos y a gusto. A veces los propios novios necesitan un poco de paz, de respiro y, sobre todo, no estar delante de mucha gente, ya que sus propios nervios pueden jugarles una mala pasada.
Así que, ni cortos ni perezoso, nos fuimos a Umbralejo, un pueblo abandonado y restaurado de la Arquitectura Negra de Guadalajara, una belleza en mitad de los montes de la sierra norte de Guadalajara, lleno de pizarra, madera y piedra virgen.
Miles de texturas para recoger junto con besos y caricias, con risas y con abrazos furtivos cuando se pensaban que el fotógrafo no miraba.
Estuvimos en mitad de ninguna parte, rodeados por el aire fresco de la serranía norte de Guadalajara, por el aire puro y el más absoluto silencio, disfrutando de las fotos, del paisaje, del paseo, de la charla para conocernos mejor, del pequeño puente (sigo pensando que tenía un troll debajo, como el de Lucía y Tarkil), de la iglesia de piedra de Tamajón y de una buena cerveza en el único bar que encontramos abierto a la vuelta.
Víctor Saboya – Preboda en Guadalajara