A veces no hace falta hacer un gran despliegue para que tu boda sea un éxito.
A veces sólo hacen falta unos pocos amigos, los más cercanos, en tu iglesia, la de toda la vida, donde creciste y te vieron crecer, para disfrutar de una ceremonia emotiva, tierna, dulce, íntima.
A veces sólo hacen falta unos verdaderos amigos y familiares cercanos para comer, celebrar que te casas (por fin en palabras de tu madre) y echarte unas buenas risas mientras compartes una estupenda sobremesa.
A veces quieres separar todos estos momentos de la gran fiesta, que digo LA GRAN FIESTA (con mayúsculas y luz propia), en un sitio precioso y hasta que cierren el bar.
A veces, sólo hace falta quererse, y el resto, viene dado solo.